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Dos científicos de Oxford establecen la fecha exacta de la muerte de Jesucristo

Científicos, a través de estudios astronómicos y fechas, lograron establecer la fecha exacta de la muerte de Jesucristo.

Crucifixión calvario con puesta de sol detrás. Foto: Shutterstock.

El hombre clavado en una cruz en la colina del Gólgota, en las afueras de Jerusalén, estaba acercándose penosamente a la muerte en medio de una inmensa agonía. Durante seis horas, desde las nueve de la mañana hasta aproximadamente las tres de la tarde, estuvo luchando contra la muerte. Un grupo de espectadores permaneció en pie, alrededor del moribundo, recostado sobre una estructura de madera bajo la cual hacían guardia los legionarios romanos. Varios fenómenos naturales contribuyeron a transformar la lenta agonía del predicador itinerante Jesús de Nazareth en un espectáculo que infundió temor. Hacia el mediodía, el cielo se oscureció. El Sol desapareció tras las nubes de polvo gris de una furiosa tormenta de arena. Más tarde, casi al anochecer, una Luna de un rojo sangre salió por encima de Jerusalén, bañando el lugar de la ejecución, en la colina del Gólgota, con una siniestra luz crepuscular. El problema de cuándo ocurrió exactamente la memorable ejecución del Gólgota no había sido resuelta nunca con una exactitud satisfactoria por los estudiosos bíblicos. En lo único en que todos estaban de acuerdo era en que Jesús fue ejecutado durante los 10 años de gobierno del procurador romano Poncio Pilato: en algún momento entre el año 26 y el 36. Cada experto tenía su fecha preferida, basada en lo que consideraba como la prueba más significativa. Dos científicos de la Universidad británica de Oxford, uno de ellos experto en metalurgia, y astrofísico, el otro, creen en la actualidad que han resuelto el enigma milenario. Después de mucho estudio de material de origen y de cálculos astronómicos, ambos científicos, Colin J. Humphreys y W. G. Walddington, han llegado a la conclusión de que el fundador del cristianismo murió muy probablemente el 3 de abril del año 33, en viernes, según habían informado la mayoría de los antiguos escritores cristianos. Dos teorías y una fecha Los dos científicos basan su teoría en una serie de hechos. Partieron de la premisa de que Jesús murió el día antes de que diera comienzo la fiesta anual de la Pascua, que conmemora el éxodo de los judíos de Egipto. Los dos expertos tuvieron también en cuenta el hecho de que esta fiesta, de ocho días de duración, se celebra siempre con la Luna llena de primavera, antes del equinoccio, durante el mes judío de Nisan, que en nuestro calendario moderno corresponde a marzo o abril. En opinión de los dos científicos de la Universidad de Oxford, esto indica que al anochecer del día de la ejecución hubo en Jerusalén un eclipse parcial de Luna. La prueba de este fenómeno natural, según los científicos, está en el informe redactado por el procurador romano Poncio Pilato para el emperador Tiberio. En este testimonio, el funcionario romano, que en su calidad de procurador de Judea fue responsable de la ejecución, describe los espantosos fenómenos que tuvieron lugar en los cielos el día de la ejecución de Jesús. "El Sol se oscureció, salieron estrellas en el cielo, y por todas partes la gente encendió las lámparas", escribió. Por la no che, añadió Poncio Pilato, la "luz de la Luna era de un rojo sangre". El hecho de que la parte oculta de una Luna en eclipse despide una luz rojiza ocurre con frecuencia cuando la Luna está baja, cerca del horizonte, afirman los dos científicos británicos. La zona eclipsada se hace completamente invisible al subir la Luna en el cielo. Los expertos afirman que el color rojizo tuvo que ser reforzado por las nubes de polvo de la tormenta de arena que se menciona en casi todas las fuentes históricas. Un eclipse parcial de Luna La cuestión más importante era cuándo hubo, en el período entre el año 26 y el 36, un eclipse parcial de Luna al comienzo de la noche y que fuera visible desde Jerusalén. A este respecto, Humphrey y Walddington no tenían datos históricos en los que fundar una respuesta plausible. Los antiguos calendarios judíos están llenos de fallos. Para los judíos, el año está compuesto de 12 meses lunares. Un año solar tiene 12 días más. Los rabinos judíos utilizaban los días de sobra de la forma más arbitraria. Por ejemplo, insertando un mes intercalado en un año si les venía bien. Lo hacían así si la cosecha anual se retrasaba. También lo hicieron para impedir que la fiesta de la Pascua cayera después del equinoccio de primavera. Humphrey y Walddington se propusieron evitar los tradicionales errores derivados de las caprichosas variaciones del calendario judío. Para ello determinaron, mediante complejos cálculos astronómicos, las fechas de todas las lunas llenas y nuevas de los meses pascuales de Nisan entre los años 26 y 36. También calcularon de manera precisa y matemática las fechas exactas de todos los eclipses lunares que pudieron contemplarse en dicho período de tiempo desde Jerusalén. Sus cálculos mostraron que la Luna había sufrido 12 eclipses sobre Palestina durante el gobierno de Poncio Pilato. Únicamente hubo dos de esos eclipses al salir la Luna. Uno de estos casos, según se calcule, sucedió el 31 de enero del año 36, fecha en la que hubo un eclipse total. En cuanto al otro eclipse, solamente un máximo de un 65% de la superficie lunar quedó oculto. Pero a medida que la Luna se fue alzando sobre Jerusalén, la sombra de la Tierra fue disminuyendo. La parte oscurecida de la Luna estaba en la mitad superior del satélite, y por ello fue divisada en primer lugar. Poncio Pilato, según Humphrey y Waddington, se refería a este segundo eclipse, en el curso del cual solamente la tercera, parte del disco lunar, quedó en la sombra de la Tierra. El 3 de abril del año 33, afirman los científicos de Oxford, a las 18.20 horas, asomó sobre el horizonte de Jerusalén, en primer lugar, la parte oscurecida y rojiza de la Luna que se asemejaba a un montículo brillante y que fue aumentando de tamaño para más tarde adquirir matices naranja y amarillentos. El espectáculo inusitado de los colores cambiantes en el cielo nocturno, según ambos expertos británicos, tuvo que causar una impresión profunda en todos los testigos. A sus ojos, este fenómeno debió conferir al Mesías clavado en la cruz una especie de aura sobrenatural.

Denis Carolina Londoño

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