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El hígado graso ¿qué tiene que ver con la obesidad y cómo se trata?

El hígado graso es una condición causada por el depósito de un exceso de grasa en el hígado. Su prevalencia está aumentando, especialmente en los países occidentales. En los Estados Unidos es la forma más común de enfermedad crónica del hígado (afecta aproximadamente a un 40% de la población) y se estima que aumentará a un 56% en los próximos 10 años. La obesidad es el factor de riesgo más común. Es importante aprender acerca de esta condición ya que puede no causar síntomas inicialmente.

El hígado graso también se conoce como enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD, por sus siglas en inglés) o esteatohepatitis no alcohólica (NASH, por sus siglas en inglés). Es una manifestación de lo que se conoce como síndrome metabólico y es una de las causas más frecuentes de trasplantes del hígado, de carcinoma hepatocelular (un tipo de cáncer del hígado) y de muerte. Es importante establecer que hay una diferencia entre hígado graso NAFL y el NASH. Los que padecen el hígado graso simple, o NAFL, generalmente no progresan en cuanto a desarrollar cirrosis y otras complicaciones del hígado, mientras que los que tienen NASH, si progresan. Esta diferencia se puede determinar de diferentes maneras, incluyendo un elastograma (MRE) o una biopsia, entre otras.

¿Cuáles son los síntomas? El hígado graso típicamente no da síntomas hasta que progresa a cirrosis debido a inflamación y lesión, que lo lleva a fibrosis (áreas con cicatrices). En ese caso, los síntomas pueden incluir:

  • dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen

  • náusea

  • pérdida del apetito, pérdida de peso

  • ictericia (coloración amarillenta de la piel y de las conjuntivas, o sea el área blanca de los ojos)

  • retención de líquidos en las piernas y en el abdomen

  • cansancio

  • confusión

  • debilidad

En los casos más severos lleva a insuficiencia o falla hepática. El hígado deja de funcionar. Esto sucede en el 12% de los pacientes con hígado graso.

¿Cuáles son los factores de riesgo del hígado graso? Existen varias condiciones que pueden aumentar el riesgo de que se desarrolle, entre ellas:

  • la obesidad, especialmente concentrada en el abdomen, es una de las más prevalentes

  • el síndrome metabólico

  • la diabetes tipo 2

  • el colesterol elevado

  • los triglicéridos elevados

  • la apnea del sueño

  • los ovarios poliquísticos

  • el hipotiroidismo

¿Cómo se diagnostica el hígado graso? Frecuentemente se diagnostica por accidente cuando se hace un estudio de imagen (como un ultrasonido, un CAT-scan o un MRI abdominal) que se solicita por otra razón, o que se solicita porque los exámenes de sangre del hígado están elevados. Si es necesario, se pueden hacer otros estudios como el elastograma (MRE), la biopsia del hígado, etc.

¿Cómo se trata el hígado graso? Lo más importante es tener un estilo de vida saludable:

  • Perder peso. A veces, sólo perder 5% del peso puede ayudar a mejorar el depósito de grasa en las células del hígado y a mejorar los resultados de los exámenes de sangre del hígado. Si se reduce un 7 a un 10% del peso, se mejora la hipertensión, la resistencia a la insulina, la hiperlipidemia, la apnea del sueño y la inflamación, y el daño en el hígado pueden mejorar también. No se recomienda que la pérdida sea rápida, es mejor una pérdida de 1 a 2 libras a la semana.

  • El ejercicio aeróbico, además de ayudar con la pérdida de peso, parece ayudar a disminuir la inflamación independientemente de la baja de peso.La Asociación Americana del Corazón recomienda mínimo 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de ejercicio aeróbico vigoroso a la semana para obtener beneficios para la salud, para perder peso moderadamente y para prevenir el aumento de peso. Para una pérdida de peso más sólida y para evitar la recuperación de peso después de la pérdida de peso, recomienda completar más de 300 minutos de actividad física moderada o 150 minutos de ejercicio aeróbico vigoroso por semana.

  • El tipo de alimentación es importante. Hay estudios que sugieren que una dieta de tipo Mediterránea que enfatiza: las frutas, los vegetales, los granos integrales, las legumbres, las nueces, el aceite de oliva y comer pescado y aves magras, limitando las carnes y las grasas saturadas, es la mejor. Por otro lado, una dieta de comida rápida llena de grasas saturadas, colesterol y fructosa contribuye al progreso de la enfermedad.En su forma más básica, las recomendaciones dietéticas exigen limitar los alimentos altamente procesados de valor nutricional mínimo y las bebidas ricas en calorías, elegir carbohidratos complejos en lugar de azúcares simples y aumentar los alimentos ricos en fibra. La calidad de las calorías se vuelve más importante que reducir la cantidad de calorías. Desafortunadamente, muchos estudios indican que 2 años después de completar un programa dietético, las personas con alta y baja adherencia recuperarán el 50 % y el 99 % del peso perdido, respectivamente, independientemente del desglose de macronutrientes de la dieta.

  • Algunos estudios sugieren incluir dos tazas de café al día. Aparentemente la cafeína disminuía el riesgo de fibrosis. Sin embargo, si la persona tiene algún efecto adverso y/o no le agrada la cafeína, no necesita consumirla.

En algunos casos los médicos pueden considerar medicamentos para el tratamiento de la obesidad (cuando la dieta, el ejercicio y las modificaciones en el comportamiento no logran las metas deseadas y no hay contraindicaciones para su uso).

Cuando todas las alternativas para perder peso han fallado, los médicos pueden considerar la cirugía bariátrica que se ha utilizado en las últimas dos décadas y que incluye técnicas laparoscópicas y endoscópicas. Estas opciones tienden a proporcionar la pérdida de peso más duradera, pero el médico debe discutir los riesgos potenciales y los cambios de vida que el paciente tendrá que llevar si decide someterse a estas intervenciones. Algunos pacientes pueden recuperar el peso si no siguen esas recomendaciones después de las intervenciones.

En este momento no hay medicamentos aprobados por la FDA para el tratamiento del NASH. La terapia de algunas condiciones coexistentes podría ayudar. Además, constantemente se están realizando estudios de investigación para el tratamiento de la esteatohepatitis no alcohólica (NASH, por sus siglas en inglés).

Desde luego, es importante asegurarse de evitar medicinas, hierbas y/o suplementos que sean tóxicos para el hígado. Esto incluye el acetaminofeno (Tylenol) si se toma en exceso o por tiempos prolongados. Evitar el alcohol. Vacunarse contra la hepatitis A y la hepatitis B. Y, si ya se tiene cirrosis, tener exámenes regulares para la detección del cáncer del hígado.

Lo ideal es no esperarse a tener enfermedad avanzada del hígado para iniciar un tratamiento. El factor de riesgo para el hígado graso es la obesidad. Se estima que entre 90 y 100 millones de personas sólo en Estados Unidos lo padecen. Afortunadamente, la mayoría no desarrollará cirrosis o cáncer del hígado, pero como es una enfermedad complicada, vale la pena informarse y preguntarle a tu médico. Especialmente si estás en sobrepeso, o si tienes otros de los factores de riesgo. Prevenir es mejor que lamentar. Podría estar en tus manos el parar el progreso o el revertir la inflamación y/o las lesiones causadas por la NASH, el tipo de hígado graso que causa complicaciones. Vida y Salud Media Group

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